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Musicoterapia ¿Terapia o diversión?

Se define la musicoterapia como la utilización de la música y las actividades musicales como estímulo primario o medio de respuesta para un cambio terapéutico. En el caso de los enfermos neurológicos es un método especialmente útil de estimulación cognitiva para el mantenimiento e incluso recuperación tanto de la memoria a corto plazo, como de la memoria a largo plazo. Así como de la comunicación con su entorno e interacción con el mismo, y del tono anímico.

Así mismo es útil para la estimulación de la psicomotricidad, recuperando y manteniendo el reconocimiento del propio cuerpo y del entorno, y la coordinación psicomotriz.

La música es un medio universal de expresión de sentimientos y emociones que utiliza como medios expresivos, tanto en su creación espiritual imaginativa como al tomar forma sensible para exteriorizarse, dos elementos: el sonido y el ritmo. El ritmo ordena los sonidos en formas diversas, dando a cada uno de ellos una acentuación y un valor determinados. De esta combinación nace la melodía o discurso musical consistente en vibraciones sonoras, gobernada por leyes rítmicas y de los sonidos (la armonía) que conforma ese sublime y universal lenguaje formal capaz de provocar en el ser humano sensaciones acústicas ante las que reacciona de un modo instantáneo e irreflexivo, originándose así diversos estados de ánimo a los que llamamos emociones. Estas emociones son subjetivas, es decir, nos afectan exclusivamente a nosotros mismos y pertenecen al orden afectivo.

La música, en musicoterapia, se usa para facilitar un cambio por medio de una relación interpersonal, haciendo el papel de guía, de facilitadora o de puente que lleva a un contacto terapéutico con uno mismo y con los demás. La música, ese «maravilloso ruido», influye directamente sobre el cuerpo, los sentidos, los sentimientos, los pensamientos y el comportamiento.

Tanto si se escucha como si se ejecuta, la música favorece y posibilita un intercambio de ideas y sentimientos con otras personas. Los sonidos que penetran dentro de un grupo son percibidos por todos sus integrantes, impregnan a todos creando un clima de comunicación emocional que permite expresarse y relacionarse con integridad y plenitud, potenciando la costumbre de pensar y trabajar en grupo, es decir, interactuar, mediante una actividad satisfactoria. Para los enfermos neurológicos, la musicoterapia es música, no terapia o tratamiento, por eso es una actividad lúdica y divertida.

Los distintos niveles de estructuración de la música se corresponden con otros de la estructuración humana: el ritmo activa lo fisiológico, la melodía lo afectivo, y la armonía lo mental.
En su dimensión fisiológico-corporal, como experiencia individual y diferente para cada uno, puede relajar o excitar dependiendo del estado de ánimo: promueve cambios en la respiración, circulación y piel (variaciones en la respuesta galvánica). Puede hacer que se aceleren o retarden las funciones cerebrales. Promueve cambios en la actividad electromiográfica, endocrina y metabólica y reduce o retarda la fatiga.

Estimula el movimiento pautado de la marcha, liberando a sus pies de los pequeños pasos característicos del andar de muchos de los enfermos neurológicos. Favorece la recuperación de la motricidad fina mediante la utilización de instrumentos sencillos, dinamizando al enfermo en contra de la tendencia general hacia la inmovilidad psíquica y motora, retardando el proceso de deterioro de sus capacidades físicas y psíquicas, y manteniendo la orientación espacio – temporal. En su dimensión afectiva favorece el reconocimiento mediante la estimulación de la memoria: promueve el refuerzo de lazos afectivos por reconocimiento y como consecuencia favorece la autoestima.
Aunque desde la música puedan estimularse todos los aspectos humanos (lo corporal, lo afectivo, lo cognitivo, lo social) siempre estará primordialmente enraizada en el afecto. El afecto sabemos que es lo único seguro que sujeta al enfermo neurológico a la realidad y la única capacidad que no va a perder y que, aunque no sea capaz de expresarlo en los últimos estadios de la enfermedad, si es degenerativa, sí lo va a sentir.

La organización de los sonidos tiene esa capacidad directa y espontánea de promover en la persona recuerdos, fantasías, imágenes pertenecientes al pasado o como proyección de algo; despierta la sensibilidad más profunda, esa que a veces resulta imposible expresar en palabras, facilitando y siendo vehículo de la expresión de emociones. La música tiene el poder de evocar, asociar e integrar y es un recurso excepcional de autoexpresión, liberación e interacción emocional, sirviéndonos de hilo conductor en la comunicación.

Dado que la pérdida de las capacidades de percepción, cognitivas y del lenguaje en los enfermos neurológicos reduce la interacción con el entorno causando apatía, regresión y aislamiento social, la musicoterapia es un método increíble de comunicación e interacción para ellos, hasta tal punto que si en el transcurso de una sesión de musicoterapia no se les mira a los ojos, no les sale ni una sola nota.

Y ya que lo único que sujeta al enfermo neurológico a la realidad es el afecto ¿no es cierto que recordamos con especial emoción aquellas canciones que escuchamos en nuestra juventud, e incluso las asociamos a sucesos determinados de manera que sus melodías nos traen al recuerdo situaciones concretas?; ¿no es verdad que nos traen a la memoria recuerdos entrañables de nuestro despertar a la vida, nuestro primer amor, nuestros primeros años de pareja, nuestro primer hogar o nuestro primer hijo? Incluso las tenemos tan asociadas a esos sucesos que ocurrieron entre nuestros quince y treinta, que siempre las recordamos junto a ellos y, a su vez, ellas nos evocan esas situaciones de manera instantánea, cuando las oímos por casualidad.

Hay una conservación especial de la memoria para la discriminación auditiva de tonos, ritmos y melodías que el enfermo neurológico conserva por ese lazo especial, hasta el punto de que enfermos que ya han perdido el habla pueden volver a ser capaces de continuar una canción que han empezado a oír o que se les ha empezado a cantar, aunque sea por la mera repetición de sonidos sin contenido verbal, promoviendo la recuperación de la articulación que pudieran estar perdiendo.

En su dimensión cognitiva la música trabaja los dos lados del cerebro -un poco más el derecho-, desarrolla la atención sostenida, estimula la imaginación y la creatividad, y ayuda a trasformar el pensamiento pre-lógico en lógico.

Estimula la atención, la concentración y la memoria remota más que otros métodos, siendo de los más efectivos para la estimulación de la memoria a corto y a largo plazo, tan importante en el tratamiento de los enfermos de Alzheimer.

Por último, en su dimensión social la música es un lenguaje universal no sujeto a las diferencias entre las lenguas habladas y la más social de todas las artes (ha sido experiencia común de todos los tiempos, todas las razas y culturas). Organizando los sonidos en el tiempo con el propósito de crear e interpretar las formas expresivas que elaboran o dan significado a la experiencia musical a lo largo de la vida y de la historia humana, la musicoterapia puede desarrollar, mejorar o restablecer relaciones sociales y aumentar la comunicación. Por tanto tiene una dimensión social: por un lado reduce el aislamiento y por otro ayuda a crear o estrechar vínculos sociales y familiares.
También ayuda a mejorar los trastornos de conducta.

Como vemos, tenemos en nuestras manos un fantástico instrumento (y nunca mejor dicho) terapéutico para la estimulación cognitiva y de la psicomotricidad, tan necesaria en los primeros estadios de la enfermedad para frenarla o enlentecerla, y un medio de comunicación emocional continuo e indestructible.

 

Maria José González Sobejano
Psicóloga

Publicado: Enero. 2011 nº5
Publicado en la revista Asociación Familiares Alzheimer Asturias-AFA

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