Te encuentro tan perpleja, con angustia y confusión, que déjame que me presente: soy tu alzheimer. Una auténtica pesadilla, la muerte en vida, la pérdida absoluta del ser. Destruiré gradualmente tus células cerebrales para que pierdas tus afectos, tus emociones, tus actividades más simples y primarias. Olvidarás tus citas, tus llamadas telefónicas, los nombres de las personas queridas.
Me manifestaré de forma insidiosa, lenta y progresiva. Cambiaré bruscamente tu humor, abandonarás tus aficiones, tu mirada se perderá.
Te provocaré una mayor alteración, desorientación y espontaneidad; falta de comprensión, dificultad para leer, carencia de coordinación. Reaccionarás desmesuradamente, incluso agresivamente con respecto al motivo desencadenante.
En esa última fase, donde todo se presenta con un absoluto mutismo, estupor y rigidez muscular, sólo te permitiré percibir una caricia, una mirada, el afecto y la ternura; pero no darás muestra de ello. Soy tan fuerte, tan potente que no sólo te destruiré a ti. Las personas que se encarguen de tu cuidado a menudo se sentirán agotadas y desesperanzadas, verán que la persona a la que quieren y ayudan se va consumiendo día a día, sin que nada ni nadie pueda detenerme ni evitarme. Me rechazarán y negarán.
Sufrirán numerosos cambios en su vida. Su fuerza vital se irá desgastando, se sentirán cansados y doloridos. Demasiadas decisiones, demasiadas preocupaciones, demasiadas frustraciones.
Después de recorrer contigo el camino de tus últimos años de vida, sólo yo llegare a la meta, yo seré el vencedor.
Publicado: Ene.- Junio. 2002 nº1
Enternecedor y real como la vida misma. Muchísimas gracias por este estupendo y desgarrador artículo.